Así que apenas puedo recordar
qué fue de varios años de mi vida,
o adónde iba cuando desperté
y no me encontré solo.

viernes, 7 de octubre de 2011

Infinito más un universo.

Nos enfocan de repente,y todo se vuelve nítido. Aquí estamos,cara a la inmensidad,en este teatro que jamás se queda callado. Y yo rezo por cada efímero suspiro entre mis piernas. De repente,aparecen todos los hematomas que quedaron ocultos por debajo de la piel. Tuve miedo. Y ahora estoy en este teatro,esperando a que caiga el telón por completo. Pero afortunadamente eso nunca ocurre. Entre acto y acto me descuelgo de la butaca, mientras las palomitas resbalan por mi sexo pequeño y estratosférico. Ahora,el mundo cae en espiral, se retuerce, llora en este piso de segunda clase a medio caballo entre el surrealismo y el mecanicismo. El viento comienza a ulular, agita las cortinas. Yo espero. Espero,oyendo los aplausos en la sala contigua. Nunca había experimentado la sensación de no aplaudir(les). ¿Lo han sentido? ¿Han sentido alguna vez las vibraciones del mundo que aplaude, y el sonido sordo de los cambios de peso en las piernas? En escena sale el sol. Salimos al exterior, sonreímos. Es viernes, lunes, qué más da. Perdimos la cuenta del tiempo hace ya demasiado tiempo.Y eso nos hace libres, eternos, diáfanos, puros. Perdimos el reloj en alguna cama que alguna vez frecuentamos cuando aún éramos jóvenes. Ahora, mientras el sol se pone, nos miramos las manos, agrietadas, sosteniendo el paso de los años entre nuestros dedos entrelazados.
Y corremos como niños, el lago nos espera, rodamos por la hierba fina y limpia. El agua resbala, las manos se vuelven lisas, desaparecen los dolores.
Y yo vuelvo a mirar(te/nos).Tenías razón.
Este sol de la infancia.
Estos días azules.
[Eisenheim.]

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