Así que apenas puedo recordar
qué fue de varios años de mi vida,
o adónde iba cuando desperté
y no me encontré solo.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Esperpénticamente navideño.

Aquella navidad estuvo plagada de inocencia y redención. Los regalos se amontonaban en nuestro salón, mientras que en el salón del vecino se amontonaban los sollozos. Lateralidad insospechada. Oímos un último suspiro, y desde la cama dijimos adiós a otros ojos marrones más. Probablemente, murió mientras Papá Noel se deslizaba chimenea abajo. Pero Papá Noel llegó tarde, y no pudo recibir los regalos. El regalo fue morir, de una vez por todas, acabar con la tensa espera y con su particular farsa de la Navidad. Papá Noel sí pasó por nuestra casa, pero con regalos de diferente calibre: maldito viejo bastardo, norteño de mierda. En fin, espero que te hayas ido con una sonrisa, una tenue inclinación de cabeza, un brillo especial en los ojos. Que te hayas deslizado en brazos de la eternidad con levedad, casi con ternura, y que tu corazón haya dejado de latir suavemente. Volverás algún día, de eso estoy segura. Volverás, y podremos despedirnos (nunca es suficiente) de ti. Volverás, y seremos vecinos de nuevo, te oiremos cantar al atardecer, y nos oirás seguramente hablar entre nosotros. Recibirás los regalos que te correspondían esta Navidad, y todas las que vengan. Y Papá Noel ya no pasará de puntillas por delante de tu casa, ignorándola. Todos tenemos derecho a una navidad, aunque sea teñida de melancolía. Los regalos no son más que mierda, comparado con el llanto verdadero de los que te quieren: ESO sí es Navidad, gracias. Gracias, porque ahora comprendo. Este 25 alegre y dicharachero para nosotros se tiñe de cobardía para otros, y nos ayuda a teñir el alma de solidaridad. ESO sí es Navidad, perdona. Ahora me doy cuenta, de cuál es el verdadero motivo de la navidad. Gracias, por hacerme madurar, una vez más, aunque sea a golpe de sangre.
Gracias, por tu senectud bien llevada, y perdónanos si nadie ha tenido la suficiente valentía de explicarte cómo te estabas evaporando por momentos. Perdona nuestra necedad, nunca sabemos por dónde tirar con este tipo de cosas. Y no olvides que dejas a alguien que te sigue amando aquí. No te preocupes, trabajaremos en equipo. Tú, desde donde estés, y nosotros, desde la pared de al lado, cuidaremos de ella.
Seguramente algún día, volveré a oírte respirar pared contra pared. Y la pared se derretirá, dando paso a la eterna y delicada permanencia de las almas.

Deberías saber que yo soy cómplice de tu secreto; oí a Papá Noel llevarte con él en trineo. Oí los cascabeles, y te vi subiéndote al trineo, y cabalgar en lo alto; en la inmensidad de un cielo inundado de estrellas.
Buen viaje, y hasta pronto.
[Eisenheim.]
Feliz Navidad a tout le monde. Y un 25 más, amo-te,mi vida.

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