Así que apenas puedo recordar
qué fue de varios años de mi vida,
o adónde iba cuando desperté
y no me encontré solo.

viernes, 17 de febrero de 2012

Calles de Berlín.

Ni siquiera nosotros sabemos de qué va todo esto. De repente te encuentras con un millón de ofertas en el supermercado, o descuentos de última hora. Las carnicerías cuelgan sus carteles de "carne fresca", mientras nosotros, congelados en las pescaderías, esperamos el siguiente turno rumbo a la contemporánea inanición de cuerpos sin cabezas. "Vaya por Dios", suspiramos en las peluquerías, mientras dejamos que enjabonen nuestro exterior, inundándonos de frialdad y desenfreno. Insultamos a los que no esperan la cola, y, asustados, tienden a desaparecer entre bambalinas. Insultar siempre es la mejor opción a la hora de guardar silencio para siempre. Y no hay tres por dos en cosméticos sin una consumición gratis en cada garito de mala muerte, porque ya nada nos impresiona, nada nos atasca. Ponemos en tela de juicio las sotanas de los clérigos, y los mendigos no son dignos de una triste mirada perdida. Nosotros nunca vagamos, siempre buscamos. Las respuestas, las preguntas. Carne fresca, mentiras piadosas. Infidelidades, rumores. Buscamos un abogado para el diablo, y mantenemos a los principios de cada a la pared, arrinconados, hastiados de tanto peso sin retorno.
Y los escritores vagan por las calles, incrédulos, mancos, sin saber cómo coger la pluma con sus muñones ensangrentados. Y los carteles en los comercios,intentando ahogar los suspiros de los descerebrados,rezan con agresividad: "No tenemos tinta fresca. Y nunca tendremos."
[Eisenheim.]

2 comentarios:

  1. Me has dejado con la boca abierta... Está genial, creo que es de lo mejor que te he leído hasta la fecha... Vaya si hay tinta fresca entre las teclas...

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  2. Esperemos que alguna pluma escriba un "quizás".
    Muy bueno.

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