Así que apenas puedo recordar
qué fue de varios años de mi vida,
o adónde iba cuando desperté
y no me encontré solo.

sábado, 31 de marzo de 2012

You slow it down.

Quizás esta soberana prepotencia nos pasa factura ahora, y la economía sumergida a la que dedicamos el tiempo total de nuestra jornada deba suprimirse durante un largo tiempo. Nuestro jefe nos ha intentado sobornar con miles de supuestos amoríos de primera clase, mientras los vuelos a Moscú siguen saliendo completamente en hora bajo la atenta mirada de los halcones. Pero este viento de poniente nos ha enredado los cabellos de repente, aunque, aún así, hayamos salido bien parados del naufragio. No arriamos las velas, y continuamos rumbo al despropósito animal de sentirnos fuera de peligro. Y ahora, entre estas paredes sin sentido ni color, los dos nos encerramos con llave uno junto al otro, intentando demostrar, una vez más, que seguimos vivos, y que seguimos aquí.
Pero nos damos cuenta de nuestra incapacidad de seguir, y dejamos de intentar explicar(nos). Porque el amor no se explicó nunca, y nunca debería poder explicarse. El amor se siente. Aquí. Al fondo. A la izquierda. Como los lavabos.
[Eisenheim.]

No hay comentarios:

Publicar un comentario