Así que apenas puedo recordar
qué fue de varios años de mi vida,
o adónde iba cuando desperté
y no me encontré solo.

martes, 17 de abril de 2012

Sin remite.

Y la mierda se acumula en las aceras, y los basureros se han jubilado demasiado pronto. Qué manía de poner etiquetas a todo, incluso a la mierda que inunda nuestros corazones. Qué increíble vicio de intentar vaciarnos con etiquetas, como si ellas consiguieran evitar los suicidios colectivos que sufrimos los que nos suicidamos a las nueve en punto de cada tarde. Qué impulsivas ganas de salir fuera de las casas, de estas cuatro paredes que se molestan en guardarnos cuando llueve en las almas, o cuando graniza en las cabezas. Fastuosas ganas esas que llevan a dejar caer comentarios impregnados de palabras como "resaca, alcohol, cigarrillo", y es que todos los excesos son buenos si después alguien puede contarlos. Y qué gilipollez absurda la de evitar madurar, dejar de un lado las mierdas de cubatas, dietas blandas y vestidos despampanantes que no hacen más que arrugar nuestros muslos, y agrietar nuestros pulmones. Los cajones de nuestras almas están cogiendo demasiado polvo, tirados en las butacas, esperando su turno para ser representados, para ser presentados a la galería. Y qué hacemos si todos los anuncios publicitarios, todos los carteles de los arcenes, todos los adoquines que pisamos nos indican que caminemos al norte. Pero qué norte quieren que sigamos, si es que el horizonte ya no existe, está dentro, muy dentro, tan cerca, pero a la vez tan lejos. Tan absurdo, tan abrumador. Tan inestable. Tan ciego.
[Eisenheim.]

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