Así que apenas puedo recordar
qué fue de varios años de mi vida,
o adónde iba cuando desperté
y no me encontré solo.

martes, 30 de octubre de 2012

Casi me deja ciego el miedo.



Y ahora, negro. Negro conformismo. Qué manera de aliviar las penas, joder, si ya no nos sirve siquiera el alcohol. Quizás algún verso de poetas. Quizás algo más. Quizás Xoel tenga razón, y no podamos salvarnos del desastre. Quizás nunca pueda seguir adelante, ni sonreír al sol de verano. Quizás las nubes no se vayan nunca. Quizás siga en este estado de shock permanentemente, hasta que cumpla los setenta, y descubra que he pasado la mitad de mi vida sin avanzar, constantemente miedo, constantemente revólver en la cabeza, incapaz-y digo incapaz-, de volver en mí misma, incapaz de penetrar más allá, y disfrutar de ese pequeño escalofrío de invierno. Incapaz de volver a flotar, descompuesta por dentro, desconfiando de todas y cada una de las pequeñas alegrías que no conseguirán jamás hacerme olvidar. Y dónde están ahora todos los dioses que nos daban tanta fuerza, y tantos santos con sus días marcados en el calendario. Dónde está África, y las estrategias de escapismo. Las putas espinas se clavan cada vez más dentro. Los jodidos arañazos me desgarran la parte del cerebro dedicada a sonreír.
Y qué voy a hacer con esta cara, si ni siquiera puedo sonreír a los espejos de ascensores.
[Eisenheim.]

2 comentarios:

  1. O, Audrey.
    Es un texto precioso, como todos los que publicas. Te admiro. Julieta está acabada, iré subiendo algo poco a poco.

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