Así que apenas puedo recordar
qué fue de varios años de mi vida,
o adónde iba cuando desperté
y no me encontré solo.

domingo, 29 de septiembre de 2013

Síndrome postvacacional, o cómo echar de menos la sal del mar, que cicatriza.

Y a veces, Bonald me devuelve la vida. La vida, con todo lo bueno. Y todo lo malo. Y yo, ilusa, creyendo que las cicatrices ya estaban curadas. Todavía me sigue doliendo todo aquello. Los quirófanos asépticos. La necesidad de pasar por alguno para ser más feliz. Me revuelco entre las sábanas, entre el lodo del dolor. Todavía me sigue doliendo el pecho. Todavía dolor compartido. Hacía tiempo que no pensaba en ello. Me refiero a eso que trajo la marea, a las conchas desordenadas que me raspan la piel de mis tobillos. Todavía sigo cogiendo las piedras negras de la playa, aunque las blancas ganan terreno. Todavía me sigue doliendo respirar al recordarlo. Todavía recuerdo demasiado, las noches sin dormir, las ganas de morir lentamente, en espiral, siempre con cicatrices alrededor, cercenándome la piel. Hace un año, algo más de un año. Y me cuesta pensar que nunca se irá por completo, que la sombra siempre se va a esconder detrás de las pupilas, acechándome, diciéndome que no, que no se piensa ir, por mucho que queme los folios que escribí desangrándome hace tan solo unos meses.
Sigo desangrándome, se me había olvidado que todavía hay agujeros que nunca se van a tapar. Sigo desangrándome, hace meses me sajaron con un bisturí, y no consigo mirar para atrás sin rabia. Y luego te miro, y parece que me reconcilio con el mundo. Pero todavía cuesta. A veces, todavía se me vuelve a calar el coche, y los ataques de pánico me convierten en un despojo de ojos color miel, un gato que corta el paso y no sabe dónde ir para mitigar el dolor.
Cuesta pensar que no habrá quirófanos que pincelen las cicatrices que no podremos buscarnos, porque serán para siempre invisibles, pero reales.
[Eisenheim]

No hay comentarios:

Publicar un comentario