El tiempo se repliega entre
las raudas
secuencias del pasado
y allí irrumpe la vida
(al menos ciertos
tramos
ingobernables de la
vida),
su cada vez más
irredenta
fugacidad.
C.B.
Siempre existen motivos por los que reconocerse
jugador en todas las apuestas.
Uno desenvuelve la memoria,
descompone los bolsillos,
y encuentra
oraciones a medio clasificar,
ejercicios para el fin de semana,
“el lunes nos vemos,
divertíos”.
Ahora, que te llaman de usted,
que portas maletín y usas el lápiz rojo,
siempre al amparo de unas gafas
de miope.
Ya ves, ahora que te sorprendes mirando
ecografías,
que te informas sobre las horas más violentas
de sol,
que piensas en los que vendrán
como se piensa en tus latidos.
Hay maneras de evitar la inmensidad:
oírse a uno mismo por dentro
es solo una de tantas.
[Eisenheim.]
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