¿Cómo es que estoy tan cuerdo?
Andrés Suárez.
Y sueña el otoño, resuenan los tambores de la perfección.Y quizás éste era el preludio que estábamos esperando, la raíz enquistada que consigue sobrevivir gracias al agua del infierno, y a la crudeza de la primavera. Porque ni uno ni otra. Ninguno traen buenas noticias cuando se trata de seguir sobreviviendo en una espiral de dolor y decepción. Porque no sabemos cómo queremos morir, si es que en algunos sentidos ya estamos muertos y enterrados. Y enterrarse no es siempre la mejor opción, ya ves, siempre dándole la vuelta a las estaciones. Y no entendemos que el otoño tiene que llegar, que el otoño barre y limpia, purifica, duele pero revitaliza. Y quizás volvamos a vivir en otoño. Quién sabe. Más jóvenes, renovados, esperando el golpe perfecto para atracar ese banco que no nos concede créditos a falta de aval. Y es que los intereses de esta deuda soberana consiguen arrastrarnos al fondo de la piscina de esa finca que nunca tendremos, con ese cloro que nunca podremos comprar, porque ya nunca más nos hará falta piscina si tocamos fondo.Te estoy hablando de escapar, y de dejar de pensar en poetas muertos que nunca debieron caer, y en series con risas enlatadas que retratan el resorte defectuoso de nosotros mismos. Hablo de huir, y golpear el suelo con las dos manos, hasta agrietarlo, para que engulla todo lo efímero, todas las etiquetas y todos los trajes que guardamos en el armario. Que nos desnudemos, al fin, y nos veamos de una vez por todas el corazón. Y no lo vendamos con iva, ni intereses, ni hagamos una oferta que no podrán rechazar. Que nos quedemos con él, y consigamos saldar la deuda. Con mayor o menor dignidad. Porque no siempre el triunfador aguanta el peso del premio. Y porque el perdedor también debe demasiados sueños al resto de la sociedad.
[Eisenheim.]
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