Así que apenas puedo recordar
qué fue de varios años de mi vida,
o adónde iba cuando desperté
y no me encontré solo.

jueves, 4 de octubre de 2012

Y no te quiero tanto, solo con los dedos cruzados.

Y yo sí sé en qué guerra milito. Veo las trincheras en la calle, lejos de tu casa, y sonrío. Nosotros sabemos cuáles son los ideales que nos sostienen en pie. Debería haberme dado cuenta antes de la relevancia de destrozos ajenos, mientras intento sobrevivir a golpe de puntos y heridas que no dejan de sangrar.Y me miro, desnuda frente al espejo, y juro que intento ocultar las cicatrices que quedarán para siempre inundadas de misterio y decepción. Yo ya no sé cómo explicarte que sigo aquí, contigo, y que tu saliva me cura todas las heridas que me produce esta constante sonrisa que me marca estrías en las encías, sin úlceras ni efectos secundarios, porque se ocultan entre la carne fresca. Y yo sigo, como siempre, declarándome culpable de haberte querido tanto, de haberte prometido la luna entera, si siempre he sido de estatura media y me dan miedo las alturas.Culpable de haberte querido desde el primer momento en que apareciste y me dijiste tu nombre. Culpable de regresar siempre al lugar del crimen, si ha sido contigo, y culpable de amarte más de lo que amo a todo lo que me rodea. Perdóname.
Perdóname por sentirme culpable, por querer sentirme la única e inigualable, como en las películas. Y no sé si aceptar la pena de muerte, porque ya no tiene remedio. El tiempo no me roza, no consigue arrancarme uno de esos alaridos animales que una vez proferí entre las olas de la tristeza y el permanente fracaso, ya ves, soy de tinta corrosiva pero profunda.
Que me declaro culpable de haberte querido demasiado. Y de que no se me vaya a acabar el gas nunca. Me declaro culpable de querer vivir en tus ojos, y no entre los de siete mil millones de personas de este maldito mar.
[Eisenheim.] 

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