Así que apenas puedo recordar
qué fue de varios años de mi vida,
o adónde iba cuando desperté
y no me encontré solo.

lunes, 24 de diciembre de 2012

El cóndor pasa.

Alguien susurró "let it be", y a nosotros los Beatles nos parecieron mortales. Como si la paz mundial, los pantalones anchos y las gafas redondas hubieran fenecido hace ya demasiado tiempo. Y no nos damos cuenta. No nos damos cuenta de lo caduco de nuestras palabras, de nuestras miradas. Miradas que ya había inventado antes un James Dean, o una Audrey Hepburn. O la sensualidad de la que hacemos gala en algún antro de mala muerte. Sensualidad de una chica rubia con un lunar en la cara, que murmuraba algo parecido a "mister president", arrastrando mucho las sílabas. Ni la mitad de bien  de lo que lo hacemos nosotros, cuando intentamos caminar con tacones creyéndonos chicas grease. Ni siquiera cuando hablamos de silencio podemos definirlo tan bien como lo hicieron simon & garfunkel, y por muy lejos que estemos de casa no sabremos añorar con las palabras adecuadas como sí lo hizo aquel Alberti. Nunca nos sabremos malditos, porque Verlaine nos privó de la oportunidad de entenderle, al igual que se privó a sí mismo de envejecer. Y no podremos adentrarnos en la selva peruana sintiéndonos Márquez, porque todo será escenario, y los indígenas vestirán ropa de Nike.
Y en este mundo que hemos inventado nosotros, este mundo en el que la diferencia entre el presente y el pasado radica en unos segundos globalizados, en este mundo, quizás, algún día, podamos inventar algo nuevo. Algo que permanezca para siempre. Algún concepto parecido a los"principios" de los que aquellos poetas hablaban, y que no se nos caigan por los agujeros de los bolsillos.O por los del alma.
Quizás, algún día, se escribirá un poema que no hable de nosotros. Que solamente hable sobre lo que deberíamos haber sido. O sobre lo que nunca debimos ser.
[Eisenheim.]

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