Quizás el problema sea mantener la vista al frente. Me
refiero, a esa maldita incapacidad para volverme flexible, maleable como
cualquier otro ser humano. La pupila derecha llena de despedidas que nunca llegaron a ser me atormenta, no me deja dormir. Y la izquierda tiene un
derrame permanente de dolor interno. Ese dolor que me desangró hace ya
demasiados meses. Y sonarán las malditas campanadas de fin de año, y ahí estaré
yo, arrancándome a mordiscos las maldiciones de la espalda, y temiendo otra
escapada mortal sin adrenalina. Allí estaré yo, temblando por dentro,
temiendo los primeros segundos del año que nos toca vivir. Y conteniendo el aliento.
Que esto no ha sido duro. Quizás más de lo esperado. Pero traerá consecuencias. Traerá
más miedo dentro de las venas del que nunca pudimos sentir. Y se me pararán las
arterias. Golpearé el suelo. Y cerraré las pupilas. Quién se irá este año. Qué
nos tocará. Y nunca me toca a mi. Nunca me toca la parte que me correspondería
por vivir, por respirar. Como un juego macabro, Dios solo emplea sus fuerzas en
desgastar a los cercanos. Quizás para que sufra más. Quizás para mantenerme
viva durante más tiempo hasta el aviso final.
Y me cambio las pupilas de lugar, y de repente, borrón y
cuenta nueva. Respirar hondo. Recomponer mis huesos, poco a poco, siempre
alerta. Y no sabes lo que me mantiene viva saber que quizás estas son las
últimas palabras que escriba. Que a alguno no os vuelva a ver nunca jamás.
Siempre porque desaparecéis vosotros, nunca por mi culpa-o eso dicen.-No sabes lo
que duele ser una inadaptada social, y meter de lleno la cabeza en el agua. Esperar unos
segundos. Volver atrás.
Y sentir cómo duelen los pulmones al respirar. Cómo mi
sistema nervioso llega al límite. Sentirse débil. Fuera de control.
Desordenada. Inhumana, de tanto sentir.
Las campanas sonarán una vez más. Un año más. Y yo seguiré pudriéndome
en este mundo que dios creó para nosotros. Un mundo sin despedidas. Sin avisos
de bomba.
Y me veo retratada y no sabes lo que me gusto. Por fin. Por
no olvidar. Por sentir demasiado. Por ver lo que muchos no llegan a ver jamás. Por
mantener la vista al frente, todo pupilas. Desenrollando mis venas en el suelo del salón. Para que todos se mantengan a flote. Y ninguno baje de mi barco.
[Eisenheim.]
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