Así que apenas puedo recordar
qué fue de varios años de mi vida,
o adónde iba cuando desperté
y no me encontré solo.

domingo, 6 de enero de 2013

Coagulante, por favor.

Y sé lo que viene detrás de la esperanza. La irrefutable presentación del no saber, de la mostruosidad de una carretera en línea recta. Que quizás ese único recuerdo que me asalta algunas noches de enero tenga que ver con la sorpresa de la vida, con la desgana de recordar otra cosa que no sea reluciente y bonita. Un buen recuerdo, uno de pocos.
Masticó el roscón de reyes, y sintió algo duro. Con su semblante irascible, convertido en sorpresa de repente, intentó sacárselo de la boca. Y lo vi. Vi la pequeña figurita envuelta en papel de plástico, manchada de chocolate. Y no pude hacer otra cosa más que llevármela y depositarla bajo el agua fría de invierno. Y mirar la figurita, un pequeño rey mago negro. Negro como el enero que nos acechaba en cada amanecer. Me apoyé en la encimera de la cocina (esta vez la mía,malditas encimeras que todo lo ven), y sonreí. La figurita brillaba. Corrí de nuevo al salón, y allí estaba él. Parecía esperarme. Le enseñé la figurita y en vez de fruncir el entrecejo-como siempre hacía cuando había jaleo-sonrió. Me sonrió, y juré que era la sonrisa más bonita que nunca hayan visto mis ojos. Prometí que nunca la olvidaría. Y la cogió entre sus manos ancianas. Y susurró algo parecido a "menuda suerte", y quise creer que se refería a mi, que era una buena suerte haberme conocido. Y que le fuera a recordar como lo hago. Quizás sigo pensando lo mismo, autoconvenciéndome de que lo hice bien. De que lo sigo haciendo bien.
Y cuando decidieron marcharse, alargó la figura y me la dio. Sonrió. "Para ti", dijo. Para mi. Para mi y para nadie más. Y se fue, sin más. Abrió la puerta y bajó las escaleras. Recuerdo que hacía frío. Que miró hacia arriba, en la calle. "Este viento del norte..."rezongó. Pero yo sabía que no era cierto. Que le encantaba sentirlo. "Joder, le ha tocado a él, vaya faena", le susurré a mi madre en la cena. Pero tampoco era cierto. Me gustó que le tocase a él, quizás más que a mí misma.
Los dos mentíamos, siempre lo hacíamos. Quizás era la única manera de decirnos que no nos olvidaríamos jamás de las verdades que nunca nos diríamos a la cara.
[Eisenheim.]

1 comentario:

  1. "Quizás era la única manera de decirnos que no nos olvidaríamos jamás de las verdades que nunca nos diríamos a la cara"

    Pelos de punta.

    Te quiero :)

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