Así que apenas puedo recordar
qué fue de varios años de mi vida,
o adónde iba cuando desperté
y no me encontré solo.

domingo, 17 de febrero de 2013

Sit and wait.

Según un estudio reciente, las personas que despiertan los domingos de forma natural, sin alarmas temporales de ningún tipo, son más felices. Nosotros nos preguntamos quiénes serán los desgraciados que harán estudios como éste. Si despertarán los domingos con alarmas, o si pondrán en práctica sus estudios. Y nos limitamos a medir cada segundo de nuestra vida, a medir cada gramo de éxtasis, cada alegría previamente establecida. Medimos la felicidad, las ganas de vivir. Las tasas de suicidios. El clima en relación con el humor de cada persona.Medimos cada golpe de aliento, cada sístole y diástole. Incluso la velocidad a la que circula la sangre por nuestras venas. Y tenemos miedo de no saber medirlo todo. Y cada vez se van extinguiendo más rápido los sentimientos, porque están aprisionados entre cuatro paredes llamadas cifra, medición, incapacidad y teoría. Qué necesidad teníamos de llegar a este punto. A medir la inteligencia de Marilyn, o la de Einstein. Quizás Hitler no era tan inteligente como lo pintaban; al fin y al cabo, asesinar a millares de personas tampoco nos parece tan amablemente inteligente. Y qué se supone que es el amor, a fin y al cabo. O la felicidad. Se ha llegado a medir el amor por la cantidad de veces que sonreímos, o la cantidad de regalos de color rojo que recibimos en San Valentín. Menuda majadería, diría Jane Austen. Por qué medimos. Por qué tenemos la necesidad de encuadrarlo todo, como si todo fuera planeado. Como si pudiéramos controlarlo. En una época en la que el ejército mata a inocentes, en la que cada movimiento de los civiles está milimétricamente vigilado, es imposible escapar de las garras de la exactitud, en lugar de dejar algunas cosas a la improvisación, al libre albedrío. Laissez faire, que dirían aquéllos franceses.
Y llegará el momento en que no tengamos más que medir, en que todos los estudios se queden obsoletos en un rincón, porque el género humano los habrá llevado a cabo meticulosamente. Y no será, por eso, más feliz: no estará más enamorado, no será más inteligente.
Y quizás-ojalá-, podamos entonces descontar las cifras de nuestras espaldas. Y colgarnos las ropas de pecadores. Pecadores sin números de celdas establecidas. Y tampoco con balanzas exactas que midan su condena.
[Eisenheim.]

1 comentario:

  1. "Laissez faire, que dirían aquéllos franceses". Me gusta bastante :)

    ResponderEliminar