Así que apenas puedo recordar
qué fue de varios años de mi vida,
o adónde iba cuando desperté
y no me encontré solo.

domingo, 3 de febrero de 2013

Today is tomorrow.


"No importa lo que pase mañana, o el resto de mi vida: hoy soy feliz porque te quiero"
Y necesitamos una inyección de lógica pura y dura. Así, sin anestesia. Porque no comprendemos por qué las librerías visten sus escaparates de libros de autoayuda, de amor unido con sexo. Libros que nos enseñan a practicar el sexo de la manera más salvaje posible. Y los viandantes permanecen impasibles, preguntándose por cuánto les saldrá la broma, y si tendrán suficiente cash para hacerle frente a todos los problemas. Y sonríen cuando el librero les envuelve en papel de regalo el dichoso libro. Un mes más, al menos un mes más durará su relación, pensamos los que estamos detrás, y no sabe que su mujer ya lleva demasiado tiempo en coma profundo. Que hace mucho tiempo que ha dejado de soñar con polvos magníficos protagonizados por su estrella favorita de televisión, aquélla que anuncia esos milagrosos adelgazantes. Que ha dejado de leer hace demasiado tiempo, porque ni siquiera leyendo es capaz de cerrar los ojos ante la devastadora realidad que se yergue ante ella cada día a las ocho de la tarde, cuando su marido entra por la puerta, y le pregunta que qué tiene preparado para cenar, que está hambriento. Y ni siquiera le pregunta qué tal ha pasado el día, si todavía tiene sueños. Si prefiere la playa o la montaña. Si le gusta madrugar, o simplemente quiere seguir soñando. Y las estaciones se han vuelto opacas, porque no hay nada más que frío en esa casa. En ese corazón.
En fin, que el hombre compra el dichoso libro que lo salvará de todos los males, que lo llevará al cielo sin pensarlo. Y ella lo mirará con ganas de asesinarle, porque no entiende que las librerías relacionen sexo con amor. Maldita sean las librerías y los best shellers.
Son las cuatro de la tarde, y el hombre espera ansioso a que abran. Quiere que le devuelvan el dinero, que se lo descambien, que le hagan un ticket regalo para comprar un libro para su mujer. Que dice que prefiere poesía, un poema-prefiere alejarse sola-y no un libro de autoayuda-que alejarse del mundo con él. Y una pareja de ancianos se cruza con el hombre, camino de aquellos locales donde pasan las tardes, abrumados entre las toses de neumonía controlada, jerseys planchados y la raya al medio de aquéllos que ya no se preocupan por nada más que por sobrevivir. Mera supervivencia, como la mujer que prefiere poesía. Y los dos ancianos se miran mientras caminan calle arriba, y se sonríen. Han visto al hombretón con el libro en la mano, y han adivinado su desesperación.
Agarrados de la mano, se alejan, riéndose con voz ronca. Y él le toca a ella la nonagenaria mejilla, antes de entrar. "¿Querrías que te comprase uno de esos libros?"-pregunta, casi sin voz, con el bastón en la mano. Y ella niega con la cabeza, sonriendo, le besa en la comisura de sus cuarteados labios.
El amor no es eso, el amor ha sido siempre otra cosa. El amor no se vende, no tiene párrafos. Y tampoco acepta devoluciones. El amor no se cambia por poesía, porque ya es poesía.
[Eisenheim.]

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