Así que apenas puedo recordar
qué fue de varios años de mi vida,
o adónde iba cuando desperté
y no me encontré solo.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Y qué hacer cuando lo que te duele es la experiencia del dolor.

Y yo juro que tenía intenciones de no odiarte.
 De no andarme con detalles,
con recuerdos de segunda mano,
 que quizás no me pertenezcan del todo.
 Juraba que nunca más pronunciaría tu nombre con bilis en la boca,
intentando escapar de mis entrañas retorcidas
 y moribundas.
Me había prometido no contar nada, no dejar nada al descubierto,
para que pudieras realizarte entero,
para que pudieras escoger el camino que quisieras.
Y después de veintiún días,
 el gato que siempre ronroneaba
 me dio un zarpazo.
Y me pregunté, qué coño significaba ese dolor de costado,
como un arañazo en el costado,
que me rozaba, pero no me llegaba adentro.
Y no supe qué hacer cuando comprendí,
por fin,
que todo lo que me dolía era la experiencia;
la negra experiencia del que se sabe con tablas
para lo peor, para el que se sabe preparado.
Y no sabes la rabia que me dio no poder odiarte,
querido mayo.
Y a pesar de todo me alegró,
porque esto significa
 que incluso después del dolor,
después del folio embadurnado,
 siempre queda,
inevitablemente,
algo de tinta.
Aunque sea negra.
Lo importante es que queda.
[Eisenheim.]

No hay comentarios:

Publicar un comentario