y yo no escucho nada más,
porque sé que sí.
Te querré como quería Gary Cooper a Audrey,
mucho mejor
-y sin infidelidades inventadas, eso sí-.
Te querré como Gable a Colbert en la carretera,
mientras esperaban el paso de algún coche despistado,
ella enseñando la pierna, y él sin poder evitar los celos.
Te amaré como se aman todos los protagonistas de cine,
como todas las novelas que puedas imaginarte.
Te amaré incluso cuando ya no estés, y yo ya no sea.
Cuando el amor no exista, y la gente no sonría por las calles.
Te querré sobre todo cuando falles,
cuando dudes, cuando te equivoques.
Cuando crezcas, cuando engordes.
Te querré incluso cuando mires hacia atrás,
y te preguntes por qué te casaste con esta desequilibrada.
Te querré cuando cortes las malas hierbas del jardín,
y cuando me riñas por poner los pies en el salpicadero.
Cuando frunzas el ceño, porque algo no ha salido como tú querías,
y cuando te sientas derrotado.
Porque la victoria te la compraré yo.
Con estas manos.
[Eisenheim.]
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