Así que apenas puedo recordar
qué fue de varios años de mi vida,
o adónde iba cuando desperté
y no me encontré solo.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Feeling save.

En círculos concéntricos. 
Un poco a lo Galileo.
 Dando media vuelta a aquellas fotos que salieron borrosas. Orden perfecto, frío exacto en los huesos. 
La rótula derecha se queja de vicio, maldita herencia dinástica.
 Las lentillas verdes hace tiempo que se perdieron. 
Hace tiempo que dejé de ser lo que debía ser,
 para convertirme en aquello que realmente era.
 Sin ignorarme.
 Corrí en círculos concéntricos.
 Conocí a Galileo en un tugurio de mala muerte, 
y me juró que la tierra era redonda. 
Pero todavía no había bebido más que un par de cervezas. Se marchó a eso de las tres, y antes de salir se le oyó susurrar 
"la tierra es plana, como lo es la cabeza de Dios".
 Un Dios que hizo un mundo tan sumamente extraño debía ser unidireccional, debía de carecer de ángulo muerto. 
De retrovisores.
Pero a mí ya hace mucho que dejó de importarme Dios. 
Debe haberme importado mucho, cuando todos los noviembres susurraba un "cúrame" constante, que se volvía agónico por momentos. Y ahora, veintitantos años me abalan.
 Perdón, veintipocos.
 Las manos comienzan a agrietárseme en octubre, para acabar descomponiéndose en noviembre. 
Bendito noviembre, que me da la cantidad justa de melancolía y felicidad. 
Esa felicidad que corresponde a quien sabe lo que tiene, y cómo lo tiene. 
En círculos concéntricos,again. Galileo se gira en la puerta, mirada miope.
 Y sonríe.
Sobre las cejas rectas, una cicatriz curva se adivina.
[Eisenheim.]

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