Así que apenas puedo recordar
qué fue de varios años de mi vida,
o adónde iba cuando desperté
y no me encontré solo.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

La ilusión era esto.

Qué hacer con este invierno. Con las pupilas dilatadas de ilusionista que han vuelto-por fin- y me quitan de encima todo el vodka que nunca probé, por miedo a almacenarlo y crearme un hígado rabiónico. Qué hago con este dolor en el brazo, o con esta vejiga que últimamente no me deja respirar hondo. Con los suspiros que se me agarrotan entre las costillas, y con la mano izquierda,-izquierda corazón-, y con la fenixología. Con la incapacidad de fijar los ojos en un punto concreto, siempre vagando, siempre en la calle con mi eterno vestuario negro. Hace mucho que alguien no nombraba "ilusionista" en voz alta. Demasiado tiempo, y me ha cercenado una parte de la piel, de la piel que fui -que sigo siendo-.
Qué hacemos con este reloj, con la mala salud que me estoy ganando a pulso. Qué hago si en noviembre ya peso cuarenta kilos, si antonio gala-en minúsculas, perdón- ya ha regurgitado encima de mis huesos toda su rima, y no sé qué hacer en la mañana, salvo leer versos-aderezado con un poco de sol, tímido otoño-. Si Ana Ozores no me deja dormir por la noche, porque la he dejado a solas con Mesía, y no con Fermín. "Me estoy volviendo enferma", susurra, y yo no tengo tiempo para rescatarla del desastre, no tengo tiempo para cogerla del brazo en la página cuatrocientos setenta y dos, y gritarle de una vez por todas que no está loca, que no está enferma. Que ellos son los enfermos mentales. Que deje de ser lo que no es, para ser lo que siempre ha querido ser. Que recupere su esencia. Que la existencia se nos complica y nos devuelve la tajada en los ojos, y las pupilas se nos dilatan siempre que el coche alcanza los setenta kilómetros por ahora, con la música a todo volumen, intentando respirar otra vez, diciéndonos que somos felices, sí, y que la felicidad consiste en algo así como en recordar los nombres de todos lo que hemos sido, las palabras con las que cada día uno ha vivido o ha muerto.
Que soy yo, todas las personas del mundo. Somos ésa, aquélla o la de más allá-con tildes-. 
O quizás ninguna.
[Eisenheim.]

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