Así que apenas puedo recordar
qué fue de varios años de mi vida,
o adónde iba cuando desperté
y no me encontré solo.

domingo, 19 de enero de 2014

Tan joven y tan viejo.

[Me estoy volviendo mayor. Ya no tengo la fuerza de antes, las ganas de explotar, las iras de la adolescencia.]
Ahora le cuesta.
Le cuesta tener la garra de antes, el diente afilado.
No tiene mucho más que dar, enero le quema la piel y le da la vuelta en cada amanecer. Enero le está matando, poco a poco, como le mató a él.
[Y todavía recuerdo tan poco. Me faltan recuerdos, me sobran motivos para dejar todo esto y marcharme contigo, lejos, cerca, quizás a la cama.]
El perro maldito, que ya no es capaz de correr sobre sí mismo para lamerse las heridas. El perro está cansado, se deja caer sobre la acera, y no es capaz de decir nada. Tararea una vieja canción de Sabina, y pide un poco de carne. 
Siempre pasada. 
Como una dentadura postiza, una peluca no medicalizada-me entiendes-. Como una pastilla para dormir, o una droga contra la depresión. Maldito perro, que no es capaz de caminar. Lleva medio enero estancado, de exámenes finales. Debe aprobar para dejar de ser un chucho callejero. Pero las calles se vuelven de oro, las alfombras rojas le lamen los pies. No le importa eso de no tener techo donde dormir. Y tiene de novia a una perra callejera que todavía le quiere, a pesar de ser lo que es. Pobre perro, que le falta la garra, la fuerza, la ira. Está demasiado cansado para ladrar.
Quizás sea el momento idóneo para dejarle dormir, para despertar a una abuela perra-con perdón-y decirle que le arrope fuerte. Que le ayude a acabar esta infernal semana.
Quizás sea el momento preciso para meterle en casa, y no dejarle dormir en el jardín.
El frío de enero no es recomendable para un chucho callejero.Y menos para un chucho de buen corazón.
[Eisenheim.]

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