Así que apenas puedo recordar
qué fue de varios años de mi vida,
o adónde iba cuando desperté
y no me encontré solo.

miércoles, 19 de febrero de 2014

De la tinta en mis dedos.

Siempre retorno, en bucle, en círculos. Siempre la misma necesidad, las mismas ganas. Vuelvo a ti como se necesita el aire, como se mantienen los barcos a flote. Deja de interesarme todo lo demás, (todos los demás), y recuerdo cada una de las caricias, cada uno de los desplantes que me hiciste en vida, que todavía me sigues haciendo.
Del daño que me hiciste antes, cuando la adolescencia, cuando no sabía qué escribir y releía las líneas, una tras otra, y lloraba de rabia y de ira, porque no sabía nada, y quería saberlo todo. 
Y Bécquer se tiraba por la ventana, salía a pasear, esperaba a que se le pasase el drama. Y todo volvía de nuevo. A los días, una mirada, el paso de un anciano, la arruga de esa cincuentona, ese verso escrito en una servilleta. Y vuelvo, siempre caigo en este abismo, en estas ganas de aporrear el teclado y romperlo de furia, de amor, de ira, de felicidad, de odio. De cualquiera de esos sentimientos que me golpean día tras día, y que derriban a veces la débil trinchera que es esta pantalla, y estos libros.
Me bebo a partes iguales mi desgracia y mis ganas, y no puedo resistirme a ese verso, a ese acorde de violín. A esas risas de niños de tres años.
Y de repente, los pensamientos vuelven y se confunden, y ya no tengo un esquema fijo, una línea recta que seguir. Mi madre, mi casa, esta ciudad, tú, aquella película de los años cincuenta. Ese despertar oyendo el sonido del mar. Ese viaje en coche. Gary Cooper. Las manos de mis abuelos. Aquella clase magistral de literatura. Jane Austen. 
Y todo revolotea y me quita el sueño, pero me da la vida en cada vuelta de hoja, en cada aleteo. Ese maldito pájaro que no tiene nombre me devuelve tanto, y hace que sangre tantas veces.
Me elevo, vuelvo a caer, cojo aire.
Y así, solo así, se encuentra sentido a todo. 
Se pierde el miedo. 
Se descomponen las venas.
Y luego, siempre de vuelta a casa. Con el petate al hombro. Con las manos cuarteadas.
[Eisenheim.]

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