Así que apenas puedo recordar
qué fue de varios años de mi vida,
o adónde iba cuando desperté
y no me encontré solo.

lunes, 3 de marzo de 2014

Heridas abiertas.


Espero que algún día todo esto sirva de algo. Me refiero a los silencios, al continuo dolor de cervicales, a la incapacidad de abarcar todo. A las horas perdidas entre asientos incómodos, y a las faltas de sueño. Me pregunto si algún día el karma volverá, y nos devuelva en forma de sonrisas los pasos de peatones que respetamos. Que sirva para algo más que para ganarnos el respeto al ceder el asiento a una anciana con muletas. Adelante. Prefiero pensar que todo vuelve, que me salvaré del cáncer porque cedí ese aparcamiento a ese hombre que estaba desesperado porque su jornada de trabajo ha sido demasiado larga, y su mujer le espera en casa con contracciones de un embarazo no deseado. Prefiero pensar que los madrugones sirven para algo, que cuando yo desayuno observando las luces del alba en Siria alguien está sonriendo porque tiene café, que algún niño se alimenta de parte de mi comida que he engullido obligándome, y los nutrientes de mis venas recorren setecientos kilómetros directos al corazón de India. Querría que medio mundo apagase las luces, y se mirase a sí mismo. Que la gente se acaricie a oscuras, y que no hubiese ningún niño que sienta el frío del rechazo, porque yo los acojo a todos en mi mente. A los que conozco y a los que voy a dedicar parte de mi imaginación a dibujar. Prefiero pensar que cuando aquí estoy escribiendo en Kiev dejan de sangrar, porque ya lo hago yo por todos. Que cuando yo me impongo barreras, y decido cerrar la puerta de mi habitación, alguien la abre en Ucrania, en Melilla, y ya no se habla de fronteras ni de papeles, invasiones ni tropas aliadas. 
Prefiero desearlo, intentarlo, y tener un silencio más que compartir con el resto del mundo. Feedback, lo llaman los modernos. Tú me das y yo te doy: humanidad.
[Eisenheim.]

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