El coronel necesitó setenta
y cinco años
-los setenta y cinco
años de su vida, minuto a minuto-
para llegar a ese
instante.
Ellos no necesitaron
setenta y cinco años, no les dejaron tanto tiempo para pensarse la respuesta.
Porque aquí las respuestas deben darse en el instante, ahora o nunca, y bang, venas fuera. Nunca les dejaron
setenta y cinco años de espera continua, porque aquí no hay correo, no hay hijo
fuera de casa, porque del infierno no se puede salir sin quemarse por completo. Ellos nunca
conocerán otra cosa que no sea desesperación, y no entenderán la palabra “desesperada”
en la última página de sus vidas. Porque aquí, vida e infierno son hermanos sinónimos. Ellos nunca tendrán la necesidad de contestar, porque
las preguntas se han quedado estancadas para siempre en sus gargantas nada más
nacer. Atisbaron la sala atestada de polvo, de destrucción, y mientras lloraban
interrogaron a sus madres con una sola mirada. “Y mientras qué comemos”,
parecían decir sus ojos hambrientos de sístoles y diástoles. No se ahogaron con el
cordón umbilical, porque a ellos nunca se les pregunta si quieren vivir o morir. Sucede(n), y eso es lo que importa. “Y
mientras qué comemos”, imploran millones de cuerdas vocales desangradas,
reptando por el cuerpo sin vida de hermanos, padres, abuelos que nunca llegaron
a contar batallas perdidas. Siempre latiendo, la vida impidiendo la propia vida. “Y mientras
qué comemos”, susurran sus ojos de niña adulta a un dios que no existe, y que se
pasó al otro bando vendiendo sus almas. Y mientras toma el pulso al resto de cadáveres, grita,
corre en círculos, se observa la herida, la profunda, la de la cicatriz en
forma de orfandad. “Y mientras qué comemos”. Y ellos con cinco, ocho, siete
años lo han descubierto mucho antes que el coronel. Pero nunca reconocerán la
figura del padre en aquel viejo coronel que espera a un constante hijo muerto.
Que los espera a ellos, unidos por una única respuesta, por los siglos de los siglos. Sin ningún amén que los guarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario