Así que apenas puedo recordar
qué fue de varios años de mi vida,
o adónde iba cuando desperté
y no me encontré solo.

jueves, 3 de julio de 2014

Créanselas, porque me las he inventado.

Tormenta de verano, y Matute sin entender porqué tuvo que marcharse tan pronto. Porque últimamente me acompaña Velázquez a todas partes, y veo a un niño de diez años que no sabe coger un pincel, pero que ama el manierismo. Cielo inundado de estrellas, mientras recopilamos fotos, recuerdos, maneras de vivir. Mientras nos salen moratones en las piernas, y notamos que ya no éramos como recordamos que fuimos, y vamos teniendo edad de ser profesores y no de ser alumnos. Cuando encontramos que las manos de los abuelos no están ya agrietadas, sino vejadas por el tiempo. Cuando notamos que ya no somos capaces de dormir diez horas, y nos sorprendemos pensando en que Jacinta debió ser más lista que Fortunata, y dejarse llevar. Porque el viejo mito del mea culpa de los pelícanos a veces lo tomamos del revés, y golpeamos el pecho ajeno como si estuviésemos reanimándolos de una realidad paralela. 
Porque observamos de lejos a dos niñas de pelo blanco en la calle, intimando, y se nos inunda el lagrimal porque no recuerdan nada, y tampoco saben cómo ingeniárselas para jugar. "Tiene que echarse una amiga para pasear; se lo diré a la madre de la Pepi, que también es viuda". 
Y a las dos niñas tardíamente viudas todavía les bailan las pupilas aunque no recuerden que una vez fueron jóvenes, quizá alumnas, y que una vez tuvieron en la boca las palabras exactas para llenar el hueco del silencio.
[Eisenheim.]

1 comentario:

  1. Quizá lo mejor que podríamos hacer es aprender a despedirnos.

    Me ha encantado, gracias.

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