Así que apenas puedo recordar
qué fue de varios años de mi vida,
o adónde iba cuando desperté
y no me encontré solo.

sábado, 30 de agosto de 2014

De ovejas y lobos.

"¿No oyes el relinchar de los caballos, el tocar de los clarines, el ruido de los tambores?", respondió don Quijote. Pero Sancho no es capaz de oír más que balidos de ovejas y carneros, no atisba los hombres armados, las espuelas, las espadas y aún menos distingue los gritos de guerra. "El miedo que tienes-dijo don Quijote- te hace, Sancho, que ni veas ni oigas a derechas. Porque uno de los efectos del miedo es turbar los sentidos y hacer que las cosas no parezcan lo que son; y, si es tanto que temes, retírate a una parte  y déjame solo; que solo basto a dar la victoria a la parte a quien yo diere la ayuda". Y Sancho vuelve a negarlo, aquí no se mueve nada, solo son ovejas que balan, ovejas que vagan por los desiertos de Irak, descojonados ante la ocurrencia de que están en el punto de mira, porque precisamente nadie gira la cabeza para ayudarles a escapar. Las ovejas que siguen caminando en Siria ante la atenta mirada de un escenario apocalíptico que no tiene nada de cartón, pero sí de mucha trampa. Los mismos rebaños que no se permiten mirar hacia atrás en Palestina, porque atrás no significa nada, excepto presente sostenido. 
"Diole voces Sancho, diciéndole: ¡Vuélvase vuestra merced, señor don Quijote, que voto a Dios que son carneros y ovejas las que va a embestir! ¡Vuélvase, desdichado del padre que lo engendró! ¿Qué locura es esta? ¡Mire que no hay gigante ni caballero alguno, ni gatos, ni armas, ni escudos partidos ni enteros, ni veros azules ni endiablados! ¿Qué es lo que hace?, ¡pecador soy yo a Dios!"
Y don Quijote, confuso, acabó vomitando encima de Sancho.
[Eisenheim.]

No hay comentarios:

Publicar un comentario